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Compton Burnett

Jota

En el camino

Cuando la eutanasia se legalizó, los fabricantes de respiradores artificiales fueron a la quiebra. Claro, a los hospitales les alcanzaba con tener un par, sólo para casos de emergencia, y si los médicos veían que un paciente le tomaba cariño al aparatito, o que se hacía adicto a la mascarilla, el paciente se ganaba el viaje de ida. Y cuando los últimos respiradores empezaron a fallar, a la menor señal de problemas respiratorios, le entregaban el boleto sin muchas vueltas.

Por suerte, la genética y la embriología avanzaron lo suficiente como para predecir, ya en el vientre materno, si había un asmático en camino. Y para seguir evitando sufrimientos inútiles,
legalizaron el aborto.

El baquiano

Al llegar al arroyo se desviaron hacia el vado. Por ahí habían cruzado al ganado, las huellas así lo indicaban.

El viejo se agachó con dificultad, cortó un puñado de pasto y mordió algunas briznas, mientras abría la palma hacia arriba y dejaba que el viento se llevara el resto. No lo necesitaba para saber la dirección del viento, pero así calculaba su velocidad.

Escupió con evidente desagrado. Por fin habló.

-Diesel. Nos llevan unas dos horas, y el camión es ancho, no pudo pasar por el viejo puentecito. Por eso se desviaron por aquí. ¿Ves las huellas de las ruedas?

-Si, abuelo. Es el que nos robaron. Pero no se preocupe, tiene un gps.

Malditos tiempos modernos, pensó el viejo.